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Escenas de la vida energética

la energía que emite nuestro cuerpo físico, mental y espiritual. Vida energética y Centros de energía, por Diana Wechsler
Por Lic. Diana Wechsler
  • Una pareja hace el amor; un rato después vuelven al mundo cotidiano. La mujer no logra conectarse con lo que tiene que hacer, está impregnada, “ligada”, involucrada, lo “lleva en la piel”.
  • Una madre y un bebé duermen. La madre se despierta sobresaltada. Un momento después, el bebé se despierta y llora.
  • Un hombre piensa en un amigo que hace tiempo que no ve. Al rato, caminando por la calle, se lo encuentra en una esquina.
  • Una mujer entra a un Shopping a hacer las compras. Al rato de estar ahí se siente agotada, cansada, totalmente des-energizada.
  • Un hombre participa de una reunión de trabajo con mucha tensión. Al rato le duele la cabeza.
  • Una mujer piensa en un antiguo amor, al que hace años que no ve. Esa mañana encuentra en el diario la participación de su muerte.
  • Una mujer está al lado de otra en silencio. Ésta no tiene buenos sentimientos hacia ella. La primera termina con sensación de inquietud y desasosiego.

Podríamos seguir enumerando cantidad de escenas como estas que todos los días suceden a muchas personas. Sin embargo, pese a lo frecuentes que son, reaccionamos con sorpresa, desconexión o al menos no conectando ambos hechos. La “casualidad” sigue teniendo un alto rating.

No estamos habituados a la idea que todos estamos conectados a todos por lazos invisibles, que tejen una red que nos contiene y atrapa a la vez.

Estos lazos invisibles están hechos de diferentes cualidades de Energía.

Para comprender el concepto de Energía podemos acudir a muchísimas teorías que nos hablan de ella. Desde la Física y diferentes registros hasta la Mística en su concepción de unión con el todo. Y entre ambas una cantidad de convergencias cada vez más asombrosas.

Pero a los fines de entender cómo funciona en nosotros, los seres humanos, podríamos decir que la energía es como un mar en el que todos estamos metidos y que pese a la fantasía de individualidad que podamos tener, participamos de lo mismo.

Así, una persona está atravesada por múltiples niveles de energía, y, así como la recibe, también la emite.

Ahora: esta energía entra y sale de la persona de acuerdo a determinadas leyes y el cómo se mueve tiene que ver con los Centros de energía.

La energía que nos influye y modifica tiene que ver con el entorno, medio ambiente, de los alimentos, de nuestras emociones, de los pensamientos, de otros vínculos y también entornos.

Es la Psicología transpersonal la que nos permite indagar y entender los flujos y ritmos de esta energía. La que nos permite leer el mundo externo como una manifestación del mundo interno. La que nos habla de Arriba-Abajo como de lo mismo, la que nos marca como puntos en el movimiento entre una polaridad. La que nos permite entender nuestra intima conexión.

Como toda corriente psicológica, tiene una teoría de base y una concepción del hombre. En este caso es Jung, lo mítico, lo antropológico, lo espiritual, lo filogenético.

Es el valor de las experiencias pico, el éxtasis, la profunda idea de unidad.

Es la que fomenta el valor del potencial sano y no solamente la resolución de conflictos como idea de salud, la que nos anima a ser, a ser buscador.

Como técnica que baja esta teoría usamos los sueños, las visualizaciones, la resignificación de nuestros hechos diarios, el entender que somos agujas que enhebramos el cielo y la tierra. Donde se privilegia la persona al rol, y se desarrolla la relación Terapeuta-Paciente con paridad y respeto.

Es un tipo de terapia que también se pregunta por los altos fines de la existencia, de lo micro a lo macro, de lo pequeño a lo sublime.

Es también la mirada que privilegia a las crisis como oportunidad para el cambio, la que nos enseña, como el Rey Salomón, que todo pasará. Y así entendemos que la plenitud y el dolor son etapas de la vida, necesarias como el día y la noche.

La que nos enseña que el dolor actual fue felicidad pasada, la que nos enseña del coraje, de ser guerreros, de no tener miedo a nosotros mismos.

Como dice Benedetti, un poeta del Río de la Plata, de no “buscar un rincón tranquilo del mundo” para no arriesgarnos.

Es la que nos permite tener raíces profundas en el suelo para ir hacia lo alto con nuestros brazos y nuestros sueños. Es la que nos permite llorar y reír en el amor, y agradecer todos los días el milagro de sentir.

Hay quien dice que esto no es una escuela, que es una manera de ver el mundo. Puede ser, pero en última instancia es la que nos enseña a leer la rueda de Shambala no como una burda compulsión a la repetición, sino como un orden profundo y rítmico de lo que entendemos y lo que no entendemos.