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Existe un enorme caudal de energía capaz de cambiar el mundo que, pese a estar a la vista de todos, no utilizamos.
No se trata de ningún recurso natural, yacimiento energético ni fórmula física oculta ni encriptada de tal forma que solo unos pocos la conozcan.
La buena nueva es que no pasa por ahí.
Me refiero a la potencia enorme que tenemos las mujeres y a lo que nos sucede durante el embarazo y cuando la reconocemos al ser madres, podemos aprovechar.
El mundo se mueve a través de las ideologías y accionares surgidos del modelo del patriarcado. Las mujeres, como grupo de menor relevancia, no hemos podido desplegar y ejercer nuestro potencial innato. Y es justamente durante el embarazo cuando, podemos acceder a zonas y aspectos de nuestra psique y de nuestra energía que trascienden nuestro intelecto y no siempre sabemos reconocer.
No solo disponemos de una mayor capacidad de empatía, capacidad de enfocarnos en múltiples tareas, intuición y otras características que podemos asignar a nuestra condición femenina.
Durante el embarazo se activan y acentúan estos y otros potenciales. Por los cambios hormonales incluso nuestro cerebro trabaja en un rango más amplio de frecuencias que expande esas funciones a niveles de percepción mucho mayores que los habituales.
De este modo vamos derribando fronteras entre nuestro inconsciente personal y el inconsciente colectivo familiar, el inconsciente colectivo de la respectiva etnia, de los ancestros, y “recordamos” contenidos olvidados que siguen latiendo en la memoria celular. Ese material no conocido nos enseña saberes que no podemos
explicitar, pero sí sentimos.
Durante esos nueve meses, las mujeres reeditamos la historia de la humanidad, casi como un repaso de la evolución filogenética, desde el partir de una célula que se va desarrollando hasta parir otro ser humano.
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Aunque no lo veamos, en el trabajo de a dos, entre el gestar y el desarrollarse, entre el parir y el nacer, mamá y bebe protagonizamos una relación de profunda armonía.
Esa relación que crece permanentemente nos permite experimentar lo humano de Dios y lo divino del ser, une el cielo con la tierra. Nuestra hembra instintiva y nuestro aspecto animal coexisten con la dimensión más sagrada, propia de la individualidad más clara, y de nuestro ser únicas en esa experiencia. Accedemos así a una dimensión de nosotras mismas mucho más elevada y, desde ese lugar experimentamos en el cuerpo y en la mente la energía del amor del Universo.
Nuestra cultura judeo-cristiana idealiza la maternidad y al mismo tiempo la castiga, la peyoriza: habla del embarazo como un estado de inestabilidad emocional sin comprender cabalmente qué se está poniendo en obra.
Entender y apostar a esta revelación es redimensionar un mundo posible, contribuir a transformarlo a través de otros valores, principalmente los generados por el amor.
Esta conciencia de lo sagrado en la experiencia, multiplicada y apoyada por el entorno familiar, abona el campo para que la semilla de vida que trae todo nuevo ser nos haga recuperar la esperanza en el misterio de la procreación.
10 importantes motivos para trabajar como Doula:
- Es una profesión cada vez más buscada
- Transforma el interés en la maternidad en una profesión
- Participar de grupos interdisciplinarios
- Acompañar a mujeres, parejas y familias en uno de los momentos más importantes
de su vida - Colaborar a que los niños sean bien recibidos
- Manejar los horarios
- Es redituable y se puede vivir de ello
- Tiene continuidad: siempre van a nacer niños
- Se puede continuar la formación para acompañar la maternidad en otras etapas
de vida - Es una profesión humana que consiste en ayudar a las personas
Enero 2025
Lic. Diana Wechsler